La fertilización carbónica en invernaderos es, sin duda, un respiro en la agricultura. La inyección de la atmósfera o del agua de riego con dióxido de carbono en los cultivos incrementa la producción y el rendimiento de las cosechas. Además, los sistemas permiten adelantar la época de recolección y mejorar la calidad de los frutos y flores en aspectos como la precocidad, densidad por planta, coloración, tamaño, etc.
En ese sentido, la fertilización carbónica también resulta beneficiosa por su colaboración en facilitar el esponjado de terrenos compactos, lo que supone un mayor aporte de oxígeno y desarrollo del sistema radicular. De igual forma, acidifica el suelo optimizando la asimilación de nutrientes y la actividad metabólica, al permitir siembras tardías sin retraso de las cosechas.
El dióxido de carbono también es el responsable de aumentar la resistencia a plagas y enfermedades, como resultado de la reducción de gastos en productos fitosanitarios. Esta es una ayuda al medio ambiente ya que mejora el aprovechamiento del agua al riego y evita incrustaciones en los goteros.
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Aporte de la fertilización carbónica en invernaderos
En ambiente, la fertilización carbónica no solo permite una mejora en la productividad y desarrollo global del cultivo. Además, los sistemas de fertilización son óptimos para aumentar la calidad y el desarrollo vegetal.
A diferencia de los sistemas que no utilizan el co2, la fertilización carbónica permite una mayor floración y número de frutos por planta. Por lo que, el aumento en la calidad del producto final es altamente notorio.
En los invernaderos, también es posible reducir el uso de agroquímicos gracias al proceso de fertilización carbónica. Así como la resistencia a plagas y enfermedades.
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El co2 en agua de riego
En las aguas de riego el co2 cumple un rol importante. Desde abaratar las instalaciones, hasta facilitar el proceso de absorción y fijación de las plantas, incrementando la temperatura y esponjosidad de los terrenos.
El co2 ayuda al aumento de disolución de los minerales del territorio, por eso contribuye con la fijación y absorción de las plantas. También, se incrementa la temperatura del terreno, por lo que a su vez mejora el pH y provoca una distribución más homogénea del terreno.
Finalmente, el dióxido de carbono en el sistema de riego permite el desarrollo de la producción en instalaciones más económicas por aprovechar la red de riego existente.
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